5 de febrero de 2011

EGIPTO Y SU ¡BASTA YA!


En la aparición de la masa acontece un fenómeno tan enigmático como universal: irrumpe súbitamente allí donde antes no existía nada. Puede que algunas personas se agrupen, cinco, diez, doce, no más. Nada se había anunciado, nada se esperaba. Mas, de repente, todo está repleto de gente.
Elias Canetti, Masa y Poder.

No hay nada más esperanzador que ver cómo un pueblo despierta del letargo que produce el abuso de poder, la corrupción y la pobreza enquistada dentro del entramado social y cultural de una nación. La rebeldía de un pueblo contra su tirano, contra el sistema corrupto que él representa y contra las desigualdades que se van naturalizando dentro de la sociedad y los sujetos producto de la represión y la violencia de Estado, la corrupción y la pobreza, sumado a la indiferencia social  y el agobio por la sobrevivencia de un pueblo desbordado por la precariedad, deben celebrarse como un punto de inflexión que nos advierte que el desprecio hacia las masas, la despolitización de las sociedades, la anomia social, la escisión entre los valores individuales y colectivos, tan propiciado por el sistema neoliberal, son construcciones que se sostienen sobre unos delgados y frágiles hilos que, en determinadas circunstancias y bajo ciertos momentos históricos, se pueden volver en contra del propio sistema que las ha predispuesto.

Las protestas sociales que se desarrollan en Egipto pueden ser vistas como el  talón de Aquiles de las sociedades conformistas. Esto quiere decir que el antiguo proyecto político de la modernidad, el cual valoraba la entrada en escena de las masas en la construcción de su propia historia como un signo de su tiempo, resucita ahora bajo las banderas de lucha de los pueblos del norte de África (Túnez y Egipto) que, a través de sus demandas, de sus reivindicaciones y de su lucha contra la tiranía, nos enseñan que la explosión de las masas continúa siendo el fenómeno más poderoso para que las sociedades dominadas por la miseria social lleguen a dotarse de una voluntad y una historia.

Una de las características que llama mi atención de las manifestaciones callejeras del El Cairo es que éstas no se han articulado a partir de alguna estructura política clásica que convoca a la insubordinación: ya sea los partidos políticos, ya sea los movimientos estudiantiles, ya sea los sindicatos, ya sea la figura carismática de algún líder, etcétera. Lo que tenemos, al parecer, son manifestaciones que surgen desde las entrañas del cuerpo social que comienzan a irradiar al conjunto de la sociedad y sus instituciones. Es una insubordinación que eclosiona sustentada por el cansancio de un pueblo que grita un  ¡basta ya! Una descarga que se da al interior de la masa y que la dota de un sentido y una dirección (la de derrocar la dictadura). Es ese ¡basta ya! como descarga, lo que permite desarrollar el interior de la muchedumbre una cierta unidad y coherencia que se constituye en el acontecimiento clave que posibilita la expansión del movimiento popular. Como señala Elias Canetti (2007: 11), “la masa no existe,  hasta que la descarga la integra realmente. Se trata del instante en el que todos los que pertenecen a ella quedan despojados de sus diferencias y se sienten como iguales”.

Lo que emerge de las protestas de Egipto es la esencia de lo político, en la medida en que estas manifestaciones logran crear un tiempo y un espacio que se configura como un acto político. El acto político, como señala Alain Badiou (2000), crea un tiempo y un espacio: crea el tiempo porque circunscribe las demandas y las luchas ciudadanas a una urgencia temporal, es un tiempo que los ciudadanos autoconstruyen bajo el apremio por la liberación; crea el espacio porque las protestas sociales de Egipto persiguen transformar un determinado lugar en un lugar político, es decir, lo que se busca es transformar una calle, una fábrica, una universidad. A esos lugares y territorios se busca dotarlos de un contenido y un poder simbólico-político.

Ahora bien, esta transformación del tiempo y del espacio en un espacio y un tiempo político, se materializa en la congregación de cientos de miles de egipcios que copan la ya emblemática plaza Tahrir. Esta multitudinaria congregación ciudadana persigue derrocar la figura Hosni Mubarak, resistiendo hasta que el dictador dimita. Mubarak con sus 30 años atornillado al poder, es la imagen que representa a todo un régimen que ha cooptado toda la institucionalidad egipcia. Por lo tanto, lo que estas manifestaciones buscan es, en última instancia, derribar el símbolo de la dictadura, arrasar con el referente simbólico del régimen dictatorial encarnado en la figura de Mubarak. Sin lugar a dudas que este es un primer paso, importantísimo, para comenzar a desarrollar las profundas transformaciones política que el pueblo egipcio reclama; pero al mismo tiempo, no es menos cierto que una vez caída la figura de Mubarak, se va a necesitar un buen tiempo para rearticular dichas instituciones políticas, sociales, culturales, económicas, etcétera, porque éstas se encuentran empapadas por toda una lógica de la corrupción, el despotismo y la miseria, se encuentran embutidas dentro del entramado social y cultural del país. Así hay que tener presente que una vez muerto el perro no se acaba la rabia. 

En suma, el levantamiento de los pueblos del norte de África nos abren los ojos y nos ofrecen un aire esperanzador, en la medida en que las sublevaciones de Túnez y Egipto, vienen a refrescar y a  colocar en circulación un ideal esencial que estaba dormido u olvidado: para propiciar algo grande hay que propiciar de nuevo el levantamiento de la masa.
  
Referencias

BADIOU, Alain. 2000.  "Movimiento Social y Representación Política", Instituto de Estudios y Formación de CTA, Buenos Aires. Disponible en:
http://www.grupoacontecimiento.com.ar/documentos/documentos.htm

CANETTI, Elias. 2007. Masa y poder. Madrid: Alianza Editorial.