La discusión teórica-metodológica acerca de la etnografía ha sido un debate que ha estado presente de forma sistemática en la antropología, desde la primera edición de Los Argonautas del pacífico occidental, en 1922, de Bronislaw Malinowski. La aparición de este libro dio inicio al método etnográfico empírico, convirtiendo a Malinowski en el padre fundador del trabajo de campo, al mismo tiempo que inauguró un cuestionamiento epistemológico desde y sobre el trabajo de campo antropológico que nos acompaña hasta nuestros días.
Aunque la definición de etnografía ha variado en función de las diversas perspectivas teóricas, todas ellas poseen una base común que refiere a una metodología de obtención de datos que se funda en conceptos como emic, observación participante y la prolongada permanencia en el lugar. A partir de esas ideas se ha construido el mito del antropólogo camaleónico, mimetizado a la perfección en sus ambientes exóticos, como un milagro andante de empatía, tacto, paciencia y cosmopolitismo. Si esta imagen ya había sido debilitada por los grandes nombres de la disciplina (Malinowski, Geertz, Clifford, entre otros) el empujón final se lo da la televisión.
“Perdidos en la tribu” es un reality del canal 4 de España, en el que tres familias conviven con tres distintas tribus “primitivas” de lugares remotos. A lo largo de veintiún días “deben aprender a sobrevivir y convivir con las costumbres de las tribus (…) enfrentándose a extraños rituales, a una desagradable dieta diaria o a un entorno particularmente hostil”.(1) Las familias españolas luchan por ser aceptadas y “convertirse en uno más de la tribu”.
No voy a profundizar acerca de la construcción que se hace del otro porque bastante se ha escrito al respecto y ya habrá mejor pretexto para reflexionar acerca de la construcción de la otredad. Como pasa tan menudo, este programa presenta al “otro” como un constructo y una excusa para hablar de nosotros mismo.
Es cierto que los objetivos que los etnógrafos tienen cuando van a terreno son diferentes a los de estas familias que van a concursar por un premio en metálico y sin duda el gancho del programa radica en extremar las situaciones embarazosas por las que tienen que pasar los españoles. Aún así, lo que consigue es desmitificar la idea del encuentro como una instancia que necesariamente implica la generación de conocimiento. Por el contrario, el encuentro acentúa las desigualdades políticas entre visitante y anfitrión y todos los desencuentros que ello acarrea.
Si la etnografía, como lo señala James Clifford, produce interpretaciones culturales a partir de intensas experiencias de investigación que se fundan, básicamente, en la observación participante que obliga a sus practicantes a experimentar, a un nivel tanto intelectual como corporal, las vicisitudes de la traducción; entonces el estar allí se constituye en la pieza angular de una autoridad etnográfica. Por lo tanto, lo que provoca este tipo de programas es el debilitamiento de la autoridad etnográfica, puesto que el discurso etnográfico ya no puede construirse sólo y exclusivamente desde la descripción de las relaciones intersubjetivas que se dan al interior de un encuentro. Por otra parte, “Perdidos en la tribu” nos revela que la experiencia etnográfica no puede sustentarse exclusivamente en la simulación de un encuentro que se desmorona ante la insistencia de una convivencia que “sobrevive en una antietnología cuya tarea es la de volver a inyectar diferenciaficción entre los salvajes”.
De ahí que “Perdidos en la tribu” se configura como subsidiara de aquella etnografía (o mala etnografía) que sólo da respuestas circulares y vacías a preguntas y actos circulares y vacíos. Es, en última instancia la derrota de la etnografía, la destrucción de la imagen del etnógrafo. La pregunta viene de súbito: Y, ¿ tiene alguna importancia la destrucción de la imagen del etnógrafo? Importa cuando uno ha sustentado toda la validez científica de una disciplina en base a una práctica y no en base a una epistemología. Si no es así, uno puede tranquilamente usar el control remoto.
Aunque la definición de etnografía ha variado en función de las diversas perspectivas teóricas, todas ellas poseen una base común que refiere a una metodología de obtención de datos que se funda en conceptos como emic, observación participante y la prolongada permanencia en el lugar. A partir de esas ideas se ha construido el mito del antropólogo camaleónico, mimetizado a la perfección en sus ambientes exóticos, como un milagro andante de empatía, tacto, paciencia y cosmopolitismo. Si esta imagen ya había sido debilitada por los grandes nombres de la disciplina (Malinowski, Geertz, Clifford, entre otros) el empujón final se lo da la televisión.
“Perdidos en la tribu” es un reality del canal 4 de España, en el que tres familias conviven con tres distintas tribus “primitivas” de lugares remotos. A lo largo de veintiún días “deben aprender a sobrevivir y convivir con las costumbres de las tribus (…) enfrentándose a extraños rituales, a una desagradable dieta diaria o a un entorno particularmente hostil”.(1) Las familias españolas luchan por ser aceptadas y “convertirse en uno más de la tribu”.
No voy a profundizar acerca de la construcción que se hace del otro porque bastante se ha escrito al respecto y ya habrá mejor pretexto para reflexionar acerca de la construcción de la otredad. Como pasa tan menudo, este programa presenta al “otro” como un constructo y una excusa para hablar de nosotros mismo.
Es cierto que los objetivos que los etnógrafos tienen cuando van a terreno son diferentes a los de estas familias que van a concursar por un premio en metálico y sin duda el gancho del programa radica en extremar las situaciones embarazosas por las que tienen que pasar los españoles. Aún así, lo que consigue es desmitificar la idea del encuentro como una instancia que necesariamente implica la generación de conocimiento. Por el contrario, el encuentro acentúa las desigualdades políticas entre visitante y anfitrión y todos los desencuentros que ello acarrea.
Si la etnografía, como lo señala James Clifford, produce interpretaciones culturales a partir de intensas experiencias de investigación que se fundan, básicamente, en la observación participante que obliga a sus practicantes a experimentar, a un nivel tanto intelectual como corporal, las vicisitudes de la traducción; entonces el estar allí se constituye en la pieza angular de una autoridad etnográfica. Por lo tanto, lo que provoca este tipo de programas es el debilitamiento de la autoridad etnográfica, puesto que el discurso etnográfico ya no puede construirse sólo y exclusivamente desde la descripción de las relaciones intersubjetivas que se dan al interior de un encuentro. Por otra parte, “Perdidos en la tribu” nos revela que la experiencia etnográfica no puede sustentarse exclusivamente en la simulación de un encuentro que se desmorona ante la insistencia de una convivencia que “sobrevive en una antietnología cuya tarea es la de volver a inyectar diferenciaficción entre los salvajes”.
De ahí que “Perdidos en la tribu” se configura como subsidiara de aquella etnografía (o mala etnografía) que sólo da respuestas circulares y vacías a preguntas y actos circulares y vacíos. Es, en última instancia la derrota de la etnografía, la destrucción de la imagen del etnógrafo. La pregunta viene de súbito: Y, ¿ tiene alguna importancia la destrucción de la imagen del etnógrafo? Importa cuando uno ha sustentado toda la validez científica de una disciplina en base a una práctica y no en base a una epistemología. Si no es así, uno puede tranquilamente usar el control remoto.
(1) http://www.cuatro.com/perdidos-en-la-tribu/que-es/
6 comentarios:
No podría decir que uso tranquilamente el control remoto cuando accidentalmente caigo en este programa, más bien empiezo a apretarlo con ansiedad.
No creo en eso de la disolución de la etnografía, - no se disuelve ni su pertinencia ni su efectividad -,
la etnografía no se puede reducir a una mera metodología(observación participante), ni a una postura teorica sobre la alteridad (exotización, o relativismo cultural, etc.) tampoco se reduce a una interacción intercultural (de mediación, o interpretación cultural), la etnografía es mas compleja y es mucho mas, a partir de la conciencia reflexiva, epistemológica y fenomenológica de todo el proceso de conocimiento etnografico, dialógico que incluye al etnografo y sus subjetivaciones ( y objetivaciones teóricas) y las contextualiza en relación a las estructuras concretas de la sociedad de la cual proviene, al fin y a cabo la etnografía es siempre una interpretación "nativa" - es decir proviene de la propia cultura del observador, aun que se dedique a observar otras culturas diferentes.
La etnografía, creo yo es un dispositivo cognitivo fenomenológico ( al mas puro estilo de Husserl). Esta cuatico esto del reality, Saludos!!!
No estoy del todo en desacuerdo con tu opinión, sólo que me parece que el conocimiento fenomonológico al que aludes sólo es posible a partir de una epistemología y no de subjetividades idiosincráticas. De otro modo bastaría que los concursantes del programejo este tradujeran sus anécdotas en reflexiones para ser etnógrafos. Por tanto es ese aspecto y no otro el que debe predominar.
En todo caso, ya don Leonardo nos dará su opinión, pero me parece que él no habla del fracaso de la etnografía en general, sino más bien a una concepción de la etnografía que fundamente toda su legitimidad en "la estancia prolongada entre los nativos".
Cariñosos saludos
A mi me parece que la idealización y romantización de la etnografía y su simulacro dialógico, no es más que el reverso de una ideología colonialista de la cual los etnógrafos no nos hemos podido desprender del todo. Por otro lado, la excesiva subjetivación de la práctica etnográfica nos conduce hacia la construcción de un superetnógrafo que reniega o deja en suspenso la necesidad de una epistemología.
Por ello creo la que la etnografía debe disolverse en una antietnografía o tal vez en una no-etnografía.
Saludos
Tan colonialista como la etnografía puede ser todo el estilo de vida intelectual occidental de lecto-escritura, investigación, narración (docta, academica, cientifica, humanista,etc.)La romantización es tanto del intelectual, como del artista o el cientifico, en general todo lo que representa a la cultura docta (elitista) del occidente capitalista.Tal vez hay que disolver todo esto y no solo la etnografia... Entiendo que la proliferación de estudios pseudo- etnograficos, carentes de fundamento epistemológico dan para pensar que solo se trata de una práctica que realiza un simulacro dialógico ( como lo hacen algunas etnografias super livianas "empaticas" con el otro, super "buena onda" super "emicas")pero que pecan de ingenuidad a critica. Pero creo que la enseñanza que nos deja la practica de una etnografía reflexiva (autoconciente y reflexiva) es profundamente epistemológica, es un proceso que implica tambien una objetivación situacional de las subjetividades, un acoplamiento estructural de las subjetividades en la configuración de lo social de lo cual hay que rendir cuenta. Saludos Cumpa desde este calido Santiago veraniego!!!
Guille, me parece que generealizar que todo estilo de vida intelectual es colonialista, es un tanto exagerado, por ejemplo ni Fanon o Césaire, por nombrar sólo a dos, se inscriban dentro de esa línea colonialista y romántica, por el contrario, sus obras han ayudado a confeccionar todo un ideario político e intelectual de lucha contra el colonialismo y la romantización del Otro.
Para mi la etnografía se vuelve colonialista cuando el etnógrafo cree poseer ciertas aptitudes o sensibilidades que lo ubican por encima del resto de los mortales en su interelación con los otros, con la vida de los otros. Es esa aurea etnográfica "buena ondita" y d ecierta superioridad empática contra la cual hay que combatir.
En todo caso mi crítica de ausencia epistemológica no va contra toda la etnografía, eso sería un error, sino contra la etnografía audiovisual en particular que aún no ha encontrado los mecanismos discursivos para dotar sus obras de algún pensamiento epistemológico
un abrazo
Publicar un comentario